18.2.13


El enjambre del ensamble: la porno-familia Sexxxton


2ª quincena febrero 2013



Desde la famosa “puesta sobre los pies” de la dialéctica hegeliana por Marx, el tropo de la inversión ha contribuido, con un sugestivo y enjundioso gesto, a la discusión filosófica. La cuestión que parece pesar en el asunto no es de gravitación, mal que le pese al desmelenado humor sexual de los sesenta, que predicaba con desparpajo “amaos los unos sobre los otros”. En efecto, para dar lugar a un tropo de posición es necesario gozar (no forzosamente en familia) de una perspectiva. Una vez que se abandona el lugar del tercero excluido o incluido, o incluso supuesto (sub-puesto[1]) -problemática aristotélica que arrastramos arqueológicamente desde el “argumento del tercer hombre”[2], la cuestión se vuelve indecidible, que es como decir que decide por nosotros (Derrida dixit[3]), pero sin base -o arriba/abajo, afuera/adentro, etc.- de por medio.

Quino ha percibido en su propio humor que la base de la cuestión del ensamble familiar, que tanto atormenta a nuestros contemporáneos, no es otra que la propia base como tal, una vez que se la advierte añadida por debajo, en tercer lugar. Como se viene de señalar, si a algo se le quita tal “base” (ground, fundamento, subjetividad, etc.) le sucede lo mismo que al sujeto que pone en evidencia Vattimo[4]: queda involucrado en aquello mismo que denunciaba escandalizado. De ahí que la remarca de Quino sobre la familia ensamblada aporte, por provisión de humor, la explicación del enjambre en que nos mete tal ensamble: interpelado por la expresión “La familia es la base de la sociedad” Miguelito aclara “la mía no tiene la culpa”[5]. Pero hay gente que le está buscando a esta cuestión el derecho o el revés, o si se quiere (tratándose de familia) el arriba o el abajo[6].  Con el propósito de terciar sobre la base de la desaparición de tal base, pese a explorarse cierta vía escabrosa, no desprovista, incluso, de fines edificantes,  presentamos en lo que sigue algunas consideraciones relativas al caso de la porno-familia Sexxxton.


La familia Sexxxton: de la mediación negativa a la proactividad 
mediática[7]


Una vez considerada con cierta seriedad, la cuestión de la pornografía cae bajo una atmósfera de ironía. La ironía proviene del escepticismo antiguo, en cuanto declara el sentimiento de distancia entre lo humano y el designio inaccesible. Pero no se sostiene que lo inaccesible no existe, sino que el designio de alcanzarlo es vano porque excede la condición humana. Por esa razón el escepticismo antiguo no se vinculaba primordialmente al conocimiento, como humorada ante un presunto saber, sino a la pretensión de alcanzar algo imposible para los medios humanos, despropósito que termina por convertirse en víctima de su propia desmesura ética.

Un tufillo de equívoco denuncia, con desenfado, el propósito de dar cuenta conceptualmente de la pornografía. La ironía se inscribe en este caso, dentro de cierto escepticismo del conocimiento que desacredita,  con un halo de vergüenza agregada y por avance, el intento de explicar la pornografía sin caer en la obscenidad. Ese hiato de vergüenza entre el propósito teórico y la condición expuesta de la pornografía es propiamente pornográfico, en cuanto nos señala que cunde aún cierto sesgo de pudor que se resiste a la puesta en escena de una grafepornía, es decir, una escritura de la prostitución.


Pornografía, representación, valor y escritura

Sin embargo, esa escritura avanza masivamente entre nosotros, tal como lo expresa el caso de las “Sexxxton”, madre e hija. La pornografía de índole filial  se ha convertido en un éxito comercial, en cuanto progenitora y progenie protagonizan, conjuntamente con terceros de distinto género, registros de sexo explícito[8]. Más allá de recaudos legales que adoptan las protagonistas, entre los que cuenta no mantener contacto carnal entre sí, el vínculo filial se convierte en exhibición deliberada, destinada a la excitación sexual de terceros. Entrevistada al respecto, la hija que protagoniza estas escenas declara que al registrarlas piensa ante todo en el dinero que obtendrá a cambio[9].

Por encima de interpretaciones de psicólogos que hacen notar los límites simbólicos infringidos[10], la declaración del propósito financiero que guía la participación de una de las protagonistas señala cómo, lejos de encontrarse exenta de valor, la actuación pornográfica se resume en el valor bajo su forma más abstracta y generalizada: el valor de cambio. En efecto, el afecto y la preferencia familiar se han puesto al servicio de un designio trascendente y jerárquico al mismo tiempo, en cuanto el dinero gobierna la circulación del valor y por vía de consecuencia, la constitución económica del capital[11]. Consignada monetariamente, la estrategia pornográfica de la familia Sexxxton, lejos de estar desprovista de valores, exhibe un designio obsedido –se diría que obscenamente y la redundancia queda por explicar- por el valor.

Ahora, quien dice valor dice representación y también escritura. En efecto, ningún valor puede ser concebido al margen de su vínculo con otro elemento, a través de una relación que pueda ser diferenciada y sostenida, es decir, representada. No sólo el valor económico se vincula con una finalidad de uso o un quantum de cambio, sino que el propio concepto de valor lingüístico, tal como lo concibe Saussure, depende de la posición relativa de los signos en la estructura de la lengua. En el habla, el valor expresa la significación de un signo con relación a un referente. Si me encuentro ante un pequeño curso de agua, “arroyo” y “río” revisten, en su significación propia, valores distintos puestos en relación al referente[12]. Es decir, la representación y el valor son concomitantes y no pueden ser separados, incluso en el campo del sentido lingüístico.

De la misma manera, la escritura supone la materialidad de un grafema, en tanto marca incorporada en un soporte, que es puesta en valor por una lectura. La escritura permite, al igual que el valor de cambio en la moneda, la circulación de la representación, en cuanto consignado en un soporte, el signo se separa del autor y permanece a la disposición de un tercero, más allá del lugar en que se encuentren uno y otro, en el espacio o en el tiempo[13].

Escribir sobre la prostitución (sentido etimológico de “pornografía”) y prostituir la escritura, particularmente por su publicación con destino a la lectura, son entonces inseparables, en cuanto tal como dijera Foucault de la segunda edición de la “Arqueología del Saber” “este libro ya no es el que yo he escrito”. En efecto, valido de la puesta en valor de la marca escrita, el lector prostituye inexorablemente el sentido primigenio, desviación que provee la interpretación de una obra, tanto en el sentido de la apología como del anatema.

Transformación de la pornografía


Vinculada desde entonces, es decir desde la propia escritura, con la prostitución que representa tanto literaria como críticamente, la pornografía parece sin embargo excedida por sí misma, sobrepujada (chassing) por una insistencia en valerse del valor para desvirtuarlo. Tal corrupción es inherente a la prostitución, que como vimos, provee la condición originaria de la pornografía (etimológica y literalmente: escribir sobre la prostitución). Sin embargo, cierta prostitución de la prostitución, si se nos permite el exceso de lenguaje, acaece como efecto del sobrepujado virtuoso que se propone alcanzarlo todo valiéndose del dinero, que no provee desde ya la satisfacción de una necesidad, ambición o designio, sino que constituye un “objeto total”, tal como lo declara la “Sexxxton” hija.

En tal sentido, la prostitución no sólo se encuentra imbuida de un valor desde que lo violenta, manipula o desvirtúa, sino que además configura por sí sola la “clave de bóveda”, que tanto culmina como sostiene un sistema de mediaciones. Podemos afirmar,  de una forma simbólica, que se la ha “prostituido”. Sin remontarnos hasta la significación de la prostitución en la antigüedad griega, cabe recordar que el batllismo promovió la instalación del control de la salud de las meretrices, por razones de higiene pública[14]. Es decir, el ejercicio de la prostitución no sólo se encuentra, en la modernidad –capitalista si se quiere, gobernado por el valor de cambio, sino que además forma parte de un sistema de valores públicos que alcanza representación política.

En tanto objeto de valor, representación y escritura que se incorpora en el campo social y político, la prostitución y la escritura componen (pornográficamente) un vínculo de mediación. Mediación entre el deseo y el objeto del deseo, entre el trabajo sexual y el consumo erótico, entre la necesidad simbólica y la satisfacción orgánica. Cabe entonces preguntarse acerca del sentimiento negativo en torno a una mediación que se vale, sin embargo, de los mismos recursos que cualquier otra.

Constituyéndose por la misma vía de valor,  representación y escritura, la pornografía contradice sin embargo la estructura propia de toda mediación, en cuanto el objeto de que se vale en el vínculo con un tercero no lo designa personalmente, ni reclama de su parte una interpretación. Se trata entonces de una inversión de la significación misma de la mediación, en cuanto tal condición siempre reclama, para sí, la probidad de una intencionalidad y la persona de un semejante. Contrariando el sentido ético kantiano, la pornografía trata a una persona como una cosa -por ejemplo cuando incluye el vínculo filial entre madre e hija en una misma escena sexual, haciendo abstracción de la prohibición del incesto, que por esa prescripción instruye el fuero íntimo de la persona moral en nuestra cultura.  Por consiguiente, la pornografía no supone una anulación de la mediación, sino una mediación negativa, en cuanto la condición paradigmática de la mediación -manifestar la transparencia de una intencionalidad y dirigirse a alguien en su fuero propio- se encuentra desvirtuada en la índole sexualmente explícita que la constituye.

A este respecto, conviene tener presente que la acepción inicial de “pornografía” que registra el diccionario la subordina a “obsceno”, que a su vez se caracteriza en el léxico por la negación del pudor (en cuanto tal virtud se encuentra “obscenamente” desvirtuada, pervertida u ofendida).

pornografía.
(De pornógrafo).
1. f. Carácter obsceno de obras literarias o artísticas.
2. f. Obra literaria o artística de este carácter.
3. f. Tratado acerca de la prostitución.[15]
Sin embargo, el diccionario va a modificar esa acepción, que se inscribe negativamente con relación a una virtud (el pudor), por una acepción positiva, que se caracteriza ante todo por la actitud deliberada y la finalidad instrumental:
pornografía.
(De pornógrafo).
1. f. Presentación abierta y cruda del sexo que busca producir excitación.
2. f. Espectáculo, texto o producto audiovisual que utiliza la pornografía. Prohibieron la venta de pornografía en los quioscos.
3. f. Tratado acerca de la prostitución.[16]

Uno estaría tentado de sostener que la pornografía pasa de una ética de los valores (cuando significa lo contrario del pudor) a una ética de la responsabilidad (cuando pasa a significar la provocación carnal). Sin embargo, el carácter negativo de la mediación que reviste la prostitución de la escritura -por la opacidad de la intencionalidad que ostenta y la privación moral del semejante que supone, no permiten vincularla a una significación ética positiva.

Moral negativa, ética positiva


¿Cómo entender entonces la moral de la hija Sexxxton? ¿Existe tal moral en tanto estructura positiva de valores, sostenidos en una cristalización representativa de la persona? Pareciera que la respuesta es afirmativa, en cuanto la declaración de la protagonista de las actuaciones transgresoras sostiene una finalidad que no excluye bienes, expresados además pluralmente, en comunidad de propósitos y objetivos familiares. Se trataría entonces de una moral negativa, en cuanto contraría los valores propios del habitus en vigor, pero que curiosamente reviste asimismo una ética positiva, en cuanto traduce una actitud imbuida de los valores que implementa.

Cierta contradicción que asoma en el caso de las “Sexxxton” entre moral negativa y ética positiva, anclada a su vez en la diferenciación deleuziana entre moral (sistema de valores representables) y ética (rasgos característicos de una conducta)[17], permite interrogar el estatuto de la mediación negativa que reviste la pornografía, desde que, subordinada a la obscenidad, se la concibe en tanto virtud (el pudor) desvirtuada.

Desde esta perspectiva, la forma en que la declaración “mientras hago las escenas pienso en lo asquerosamente ricas que vamos a ser” llega a desvirtuar la virtud del pudor, no es pasiva a la manera de una permisividad o debilidad, sino enérgica y activa, supone como tal una decisión adoptada. No se trata de la mera exhibición, sino de la exhibición que es efecto de una implementación de intereses, de manera tal que la actuación escenográfica de la pornografía queda supeditada a la finalidad que se le encomienda.

Se podría contraponer a esa lectura de una condición deliberada de la actuación pornográfica, que en toda pornografía subyace la misma intencionalidad, vinculada a un interés económico, simbólico, emocional, etc. Sin embargo, en este caso tenemos dos aspectos que expresan la articulación proposicional de la pornografía con un universo de valores: la declaración de una intencionalidad que subordina la escenificación pornográfica a una finalidad monetaria “(…pienso en lo asquerosamente ricas…)”, en segundo lugar, la significación que prodiga sobre la transgresión protagonizada, el objetivo de enriquecimiento a piacere.


Proactividad mediática


Por lo tanto, la intencionalidad pornográfica presenta, para utilizar un término –quizás no casualmente- a la moda, un desarrollo proactivo. Tal “proactividad” se opone a la mediación negativa que representaba la obscenidad, que a su vez transfería a la pornografía una desacreditación de la mediación. En efecto, el régimen obsceno de la pornografía, como lo habíamos visto, contradecía la significación de la mediación, en razón de una anulación de la transparencia intencional y de la persona del destinatario.

Puesta al servicio de una alternativa ante el registro tradicional, la proactividad pornográfica no puede sustentarse en la mediación, ya que como lo planteábamos anteriormente, la constitución de la mediación se encuentra desvirtuada por la condición propia de la pornografía. Por consiguiente, tal proactividad parece presentarse en tanto exceso respecto a la mediación que la sobrepuja y  avasalla, convirtiéndola en un mero expediente instrumental.

Si la afirmación anterior pareciera escapar a la mera consideración sexual y llegar a emparentarse con el conjunto de la condición contemporánea, convendría tener en cuenta que la anulación de la distancia y de la escena, es decir, de la mediación, es para Baudrillard lo propio de la condición actual de “pantalla y red”[18]. Asimismo, Bernard Stiegler considera que el narcisismo primario que se constituye a través de una demanda de amor, se encuentra substituido por una condición tecnológica que anula la misma capacidad amatoria del humano, en cuanto esta capacidad exige una distancia orgánica eliminada por el artefacto tecnológico[19].

Por consiguiente, la condición obscena que observamos en actuaciones que trascienden lo sexual, se extiende al conjunto de la experiencia colectiva, incluso cuando se reivindica, por ejemplo, un relato heroico del pasado para justificar claudicaciones del presente, ante los poderes de turno.

Pareciera, por nuestros días, que la obscenidad prospera ante todo en el campo mediático, donde la mediación que antaño intermediaba hoy tan sólo efectúa designios de parte resuelta. Aunque la atracción sexual siga proveyendo una vía privilegiada para la explotación de la imagen, la condición proactiva de la prostitución de la escritura está muy lejos de reducirse a la mera cuestión de la exhibición de índole sexual. E incluso puede ser que esta termine por revestir las formas más pueriles y menos peligrosas de la manipulación mediática, en particular, en razón de la reversión simbólica que parece inclinar la sexualidad al servicio de cierto fervor, cuasi religioso, por el cuerpo.

Por el contrario, es en la noción de cuerpo, en tanto ella reviste el principio de la mediación en nuestra civilización, donde debe acentuarse el análisis, en cuanto la mediación es el verdadero objeto pervertido por la exhibición, antes que un cuerpo esgrimido estratégicamente o modelado obsesivamente. La cuestión central pareciera ser, desde este punto de vista, que el cuerpo se ha convertido en un vehículo de la pornografía proactiva. A su vez esa condición decidida prospera exponencialmente, en cuanto termina por convertir todo cuerpo en un vehículo de la imagen, es decir, en un mensajero.

La cuestión sería entonces, que este vehículo mensajero ha abandonado los equilibrios propios de la naturaleza y se ha incorporado en lo que Virilio ha denominado una “ecología gris”[20]. Es decir, el equilibrio de los mensajes corporales que los humanos establecen entre sí no depende, actualmente, sino de una actitud proactiva que ya no se subordina a ritmos ancestrales e ignotamente trascendentes, sino a la decisión que los particulares toman sobre su propio destino y además, sobre el destino ajeno. Tener presente esa destinación estratégica de un equilibrio a alcanzar, más allá de sí mismo, pero sin ninguna identidad esencial de por medio, ni mediación, es el desafío del presente, incluso a través de la obscenidad y la pornografía.





[1] Sobre este planteo de Derrida ver Viscardi, R. “Desarrollo y tecnología” en Biblioteca virtual de AFU https://www.box.com/shared/la1z84e37r (acceso el 20/01/13)
[2] “Argumento del tercer hombre” en Filosofía griega http://www.webdianoia.com/aristoteles/aristoteles_meta.htm (acceso el 20/01/13)
[3] Derrida, J. “Horizonte de pensamiento” (entrevista de C. Paoletti) en Derrida en castellano http://www.jacquesderrida.com.ar/audio/derrida_paoletti_5.htm  (acceso el 20/01/13)
[4] Vattimo, G. (1990) La sociedad transparente, Paidós, Barcelona, pp.148-149.
[5] “Quino anda ahí” Montevideo Portal (05/01/13) http://www.montevideo.com.uy/nottiempolibre_189047_1.html
[6] “El Papa exhorta a los cristianos a “decir no  a la teoría del género” LaRed21 (19/01/13) http://www.lr21.com.uy/mundo/1084931-el-papa-exhorta-a-los-cristianos-a-decir-no-a-la-teoria-del-genero
[7] Texto originalmente destinado al ciclo “1ª Muestra de cine pornográfico”, organizada en Café La Diaria por Mateo Etchegoyen (diciembre 2012).
[8] “The Sexxxtons” madre e hija se juntan en cine porno y facturan millones” LaRed21(10/12/12) http://www.lr21.com.uy/mundo/1078317-the-sexxxtones-madre-e-hija-se-juntan-en-cine-porno-y-facturan-millones (acceso el 20/12/12)
[9] Op.cit.
[10] “Mamita querida” Montevideo Portal (10/12/12) http://www.montevideo.com.uy/nottiempolibre_186706_1.html (acceso el 20/12/12)
[11] Marx, K. (1977) Le capital (Livre II), Ed. Sociales, Paris, p.310.
[12] Saussure, F. (1967) Cours de Linguistique Générale, Payot, Paris, p.160 http://es.scribd.com/doc/10935335/Saussure-Ferdinand-Cours-de-Linguistique-Generale (acceso el 20/12/12)
[13] Derrida, J. (1972) Marges. De la philosophie, Minuit, Paris, p.37d8.
[14] Acosta, L. “La mediación del “higienismo” en la génesis del servicio social en el Uruguay”, p.9 http://www.ts.ucr.ac.cr/binarios/pela/pl-000045.pdf (acceso el 20/12/12)
[15] Diccionario de la Real Academia Española (artículo enmendado) http://lema.rae.es (acceso el 20/12/12)
[16] Op.cit.
[17] Deleuze, G. (1981) Spinoza philosophie pratique, Minuit, Paris, p.35.
[18] Baudrillard, J. (2000) Mots de passe, Pauvert, France, pp.37-41.
[19] Stiegler,B. (2003) Aimer, s’aimer, nous aimer, Galilée, Paris, pp.16-17.
[20] Virilio, P. (1997) Cibermundo, Dolmen, Santiago, pp.59-60.