29.3.16

Golpes de Red: la crítica de las armas no soporta las armas de la crítica


2a quincena, marzo 2016


I


La consigna que levanta el PT brasileño, apoyado por un significativo espectro social, no deja de generar cierta perplejidad: “Nao vai ter golpe”. Un golpe de Estado se protagoniza desde el Estado, si faltara con aviso un Luis Bonaparte a su 18 Brumario,1 desde uno de los aparatos de Estado, bajo una óptica cesarista de derecha o izquierda. Aquí los protagonistas del golpe de Estado son inermes por naturaleza institucional: el poder judicial, el parlamento y los partidos, la prensa y la opinión pública.2 Se trata de un golpe espectral: sin contar con la fuerza o incluso contra ella, como en el caso de Venezuela, donde las fuerzas armadas mantienen su fidelidad al gobierno chavista.

Como las guerras del Golfo leídas por Baudrillard bajo el título “La guerra del golfo no ha tenido lugar”, la espectralidad golpista que campea en América Latina podría llevar a leer “Nao vai ter golpe” como “El golpe no tendrá lugar”. El espectro que recorre, de Venezuela al Uruguay, pasando por Bolivia y Brasil al progresismo latinoamericano parece, por el contrario, sugerir que se trata de un golpe como tal en sus efectos políticos (proliferación del “ejército de desocupados”, facilidades para la acumulación empresarial, mercantilización de la vida pública).3 Al mismo tiempo, Baudrillard no sostenía que no hubiera guerra, sino que era una guerra protagonizada estratégicamente por la desaparición mediática de la realidad natural.4 Todo esto no merece al presente mayor ejemplificación, pero genera sin embargo un vacío explicativo que el progresismo no puede llenar sin levantar fantasmas naturalizados (y por lo mismo naturalistas y modernos): la pequeñoburguesía (curiosamente descontenta porque mejoró su consumo, por ejemplo en Brasil), el imperialismo (que viene a condenar con Obama los golpes de Estado que protagonizó), los medios de comunicación al servicio de la oligarquía (con Mujica como ídolo de los medios de prensa). Algo huele mal en Dinamarca, una vez que se razona la crítica que debiera exponer la trama de la tragedia.

Los analistas parecen ignorar que una misma vía de acumulación estratégica (hostigamiento jurídico, desacreditación mediática, legitimación parlamentaria) interviene tanto cuando la acumulación política derechista culmina en el “golpe institucional” (Paraguay, ahora quizás Brasil) como cuando se salda con la victoria electoral (Argentina, en cierta medida Venezuela). La homogeneidad de la misma acumulación política señala a las claras que su objetivo estratégico es la opinión pública y no la estructura del Estado. Incluso esa constatación se ve refrendada por los “casos testigo” que en el Cono Sur proveen, ahora como otras tantas veces, Chile y Uruguay.

En Chile donde la izquierda cuenta con un componente decisivo en los movimientos sociales -en particular el estudiantil, la “escandalización” mediática de la opinión pública no impacta decisivamente en la escena política, en cuanto la orientación de la propia base social aporta un plano de interpretación alternativo. En el Uruguay donde prevalece, por el contrario, una identificación de la izquierda con los poderes del Estado e incluso la tradición guerrillera es presentada por la prensa -Mujica mediante- como “arrepentida”, el golpismo de viejo cuño -años 70'-80'- levanta cabeza incluso al día de hoy con “acciones comando” contra la investigación en DDHH.

La vía de acumulación que sigue la derecha señala a las claras que la estrategia socialdemocráta clásica de “tomar el gobierno para reformar la sociedad” ha caducado inexorablemente. Al mismo tiempo señala el curso que se abre a la movilización efectiva contra los poderosos: movimientos sociales, redes mediáticas, campañas de opinión, en suma: contragobernar.

II

¿Como explicar que la crítica de las armas no soporta las armas de la crítica? Quizás si “soportar” se entiende a la luz de la “insoportable levedad del ser”:5 no se soporta la carencia de sentido. ¿Qué ha perdido sentido?

Cuando Miterrand asumió la presidencia en 1981, se le interrogó acerca de su sentimiento personal al frente de un aparato estatal que había calificado, desde un título célebre en el mundo político francés, de Coup d'Etat permanent (la 5a República pergeñada por de Gaulle). El primer presidente socialista respondió que se sentía “perfectamente cómodo” en las instituciones que había combatido desde la llegada al poder de de Gaulle y que no reformó en nada sustancial durante dos mandatos consecutivos (14 años). De Gaulle había ideado un régimen presidencialista cuya clave era que el primer ministro podía ser substituido sin que el presidente sufriera en sus atribuciones: el primer ministro servía de “fusible” que una vez “quemado” era substituido por otro primer ministro-fusible. Al mismo tiempo competía al presidente directamente la designación y orientación de algunos ministerios denominados “de Estado”: Defensa, Interior, Relaciones Exteriores.

El planteo de de Gaulle venía reavivar sotto voce un criterio monárquico confiado, balotage mediante, al voto popular: la soberanía reside en la cabeza del Estado y ella preserva la entidad nacional por encima del juego político-partidario de la política contingente. Esa traducción del criterio monárquico a la democracia representativa escondía, sobre todo, una transmutación de la soberanía: en el planteo de de Gaulle no residía ni en el pueblo como substancia social ni en el derecho divino, sino en una idiosincracia francesa que la monarquía había interpretado, para el creador de la 5a República, en mayor medida que la República, pero que a su vez, ya no podía encontrar sustento sino en cierta democracia representativa. Sin posibilidad de extender este análisis en estas líneas, conviene recordar para cerrarlo que sirviéndose de ese dispositivo, de Gaulle hizo frente a EEUU (en lo militar con la fuerza nuclear, en lo económico con al defensa del patrón oro), pero que sucumbió políticamente ante una revuelta juvenil cuyo rédito político heredó -reconociéndolo expresamente- Miterrand.

El punto clave es que ni de Gaulle ni Miterrand actúan como si la legitimidad política correspondiera a una soberanía -y por consiguiente un Estado- intangibles. De Gaulle concibe una constitución como efecto de su lectura de la debacle estratégica de la 3a República, dominada por el influjo socialdemócrata, Miterrand borra con el codo lo que escribió con la mano y maneja con holgura una estructura institucional anti-parlamentarista. Los dos actúan pensando en el gobierno contingente, no en un principio constitucional incólume. Si alguien opusiera a este razonamiento que “ya lo sabemos desde Maquiavelo” convendría recordarle que nunca Maquiavelo le aconsejó al príncipe declararse maquiavélico.6 Aquí el fundamento de de Gaulle es que “Francia es tal como la salvé” y el de Miterrand que “la izquierda llegó al poder”. Tal planteo corresponde a lo que Foucault ha denominado “tecnologías del yo” y consiste en modular una actuación en consideración a sus condiciones de existencia.7 A su vez el planteo de Foucault parece retomar aquella frase de Marx: “los pueblos sólo se plantean problemas que pueden resolver”. Si atendemos al planteo del mismo autor en “Verdad y poder” atento a la desaparición del “intelectual universal” en beneficio del “experto con poder sobre la vida y la muerte”,8 quizás se puede discernir por esa vía el sustento del poder después de la 2a Guerra Mundial: la tecnología.


III


La tecnología carece de sentido, porque su razón de ser es el ser de la razón. El personaje que mejor estampa esta figura de un mundo clausurado sobre los propios objetos que se da, es James Bond. James Bond encuentra razón de ser en el hedonismo del consumo. Las marcas de mercancías son otras tantas claves de su identidad (Beretta, Aston-Martin, Chivas-Regal) y abren un horizonte que continuará hasta nuestros días, en cuanto tales marcas certifican la calidad individual del consumidor, bajo un horizonte que se cierra en el objeto del consumo. Kissinger es el artífice de ese mundo sin profundidad más allá del obstáculo y el designio. La tecnología que permite desbrozar el camino hacia un mundo libre, ante todo de enemigos, es la “desestabilización”. Esa es la palabra clave del golpe de Estado en Chile: mercado negro, huelgas empresariales, amagues de golpe.

En cuanto la “desestabilización” perfora las propias instituciones, señala a las claras que el equilibrio del poder no reside en el Estado -incluso democrático, es decir, en un régimen sustentado en la delegación de la soberanía, sino en la intervención de vectores públicos (organismos internacionales, gremios empresariales, medios de prensa,). Estos operadores cuentan con sus propios instrumentos de intervención y no se confían a una “junta de burgueses” (el Estado para Marx) sino que la instruyen. Como estrategia de poder, la “desestabilización” culmina en un golpe de Estado, pero éste no es instrumento de estamentos o sectores sociales, sino que es la propia “cosa pública” la que regula la “desestabilización” de las instituciones. Una parte considerable de esa “desestabilización” provenía, en los años 60/70 de la Guerra Fría, que conllevaba la necesidad para EEUU de cerrar su propio “escudo protector” en el continente americano -como viene a reconocerlo Obama a 40 años del golpe en Argentina.

Esa injerencia internacional en la tecnología y por lo tanto en la “desestabilización” de las instituciones no ha cesado de crecer, desde el predominio del “consenso de Washington” a escala mundial en los 80', con Medio Oriente como ojo de la tormenta. El elemento novedoso parece haber sido, en aras de la globalización, la desestabilización de los propios mercados nacionales, tras otros tanto “efectos” (“tequila”, “tango”, “samba”, etc.) que marcaron en América Latina, al filo del nuevo siglo, el ascenso de las políticas neoliberales con dos variantes: “ajuste fiscal” o “políticas sociales”.9 Quien mejor ha expresado esta estrategia, desde inicios de los años 90', es el propio FMI, en cuanto ha recomendado desarrollar políticas sociales para compensar los desequilibrios generados por el vigor acumulativo de los mercados. En esa perspectiva de “estabilización”, no de las instituciones, sino de los mercados, se inscribe el ascenso de los progresismos tras las crisis que se abatieron sobre las economías del Cono Sur a inicios del siglo.

En el enfoque mercadocrático que prima en los organismos financieros internacionales, en los estamentos tecnocráticos (universitarios en algunos casos) y entre el personal de los poderes públicos, la estabilidad institucional se entiende como estabilidad económica. La misma identificación de la política con la economía vuelve a la primera prisionera de un estado de masificación del interés particular, que debiendo incorporar a cada quien, lo hace depender de la elaboración de la opinión pública. La crítica de las armas no soporta las armas de la crítica, ya no porque “nadie se sienta sobre las bayonetas”, sino porque la mercantilización de la vida pública se da de bruces con una orientación ideológica de la violencia física.

Al igual que en el Paraguay, en Brasil o en otro campo público penetrado, en función de un mercado tentacular, por la desestabilización neoliberal de las instituciones, el golpe no tendrá lugar de Estado: nadie se molesta en derrumbar lo que ya se cayó.



2"Ato reune 30 mil contra o golpe e manipulacao da midia” Agencia PT de noticias http://www.pt.org.br/ato-reune-30-mil-contra-o-golpe-e-manipulacao-da-midia/ (acceso el 29/03/16)
3Nota Da Diretoria Da Associacao Brasileira de Antropologia en defesa do Estaado de Direito e da Democracia http://www.portal.abant.org.br/images/Noticias/40_NOTA_DA_DIRETORIA_DA_ABA_EM_DEFESA_DA_DEMOCRACIA_E_DO_ESTADO_DE_DIREITO.pdf
4Baudrillard, J. “La guerra del golfo no ha tenido lugar” http://alvarezteran.com.ar/wp-content/uploads/downloads/2012/03/Baudrillard-Jean-La-guerra-del-Golfo-no-ha-tenido-lugar.pdf (acceso el 29/03/16)
5Ver al respecto en este blog “La insoportable levedad del grado cero de la ideología” http://ricardoviscardi.blogspot.com.uy/2015/03/lainsoportable-levedad-del-grado-cero_10.html
6Une république ou un prince doivent paraître exécuter par grandeur d'âme ce qu'ils font par nécessité » (Una república o un prince deben aparecer ejecutando por grandeza de espíritu lo que hacen por necesidad) Machiavel (1851) Oeuvres Politiques, Chapentier, Paris, p.264.
7Foucault, M. (1991) Tecnologías del yo, Paidós, Barcelona, p.59.
8Foucault, M. “Verdad y poder” en Teorías de la verdad en el siglo XX (1997) Tecnos, Madrid, p. 457.
9 Zabalza, J. (2015) La experiencia tupamara. Pensando en futuras insurgencias, Jorge Zabalza, Montevideo, p.231.